¿Conoces el amor de Dios? ¿Crees en ese amor? Esto va mucho más allá de saber del amor de Dios. La palabra «conocer» aquí habla de conocer profundamente e íntimamente el amor de Nuestro Dios. Es vivirlo cada día. Ese amor que nos salvó y nos salva. Ese amor que nos libró y nos libra, Ese amor que protege y guarda. Ese amor que lo dio todo y lo da todo ¿Lo conoces? ¿Has probado, gustado y conocido ese amor? Yo sé que sí y claro que sí, pero a veces suceden cosas en nuestra vida y sin querer dejamos de disfrutar ese amor. Dejamos de levantarnos con Él, comer con Él, andar con Él, vivir con Él y sin darnos cuenta, estamos dejando de disfrutar y vivir el amor de Dios y si esa relación personal con Dios no se cuida comenzamos a dudar de su amor y muchos dejan de creer en el amor de Dios. Lo que menciona este pasaje nos recalca que no solo debemos “conocer” el amor de Dios, sino que también debemos “creer” siempre en ese amor.
Cuando ese amor es perfeccionado en nosotros ya no hay dudas, ya no hay temor. La fe se acrecienta cuando conocemos y creemos en ese amor tan grande que Dios tiene para con cada uno de sus Hijos e Hijas. Permanezcamos en ese amor. Permanezcamos en Dios. Porque Dios es amor. Es un amor tan grande que nos lleva a caminar con Dios, a amar a nuestros hermanos como Él nos ha amado. A guardar su palabra no porque alguien lo diga, sino porque le amamos.
La palabra “permanecer” que el Apóstol Juan utiliza aquí también significa: “retener” “quedarse en esa relación”, “perseverar”, “morar”, “vivir”. Ahora, sabiendo eso, comprendemos mejor que es permanecer en el amor de Dios. Retengamos ese amor, quedémonos en esa relación, perseveremos en ese amor, moremos bajo ese amor, vivamos ese amor. Eso es permanecer en el amor de Dios. Porque cuando permanecemos en el amor de Dios, permanecemos en Dios. Bendiciones